sábado, 29 de septiembre de 2012

Merodeador extraño...






A veces los días tardan en empezar. No literalmente por supuesto, pero aquel día, yo aun no había reflexionado al respecto. No había caído en la cuenta, no me había tomado ese segundo que todos necesitan para encontrarse desde el momento que despiertan…

No había reflexionado al respecto de “vivir otra vez”. De levantarme y establecerme como “hombre”. De entender que me había despertado pudiendo quedarme dormido para siempre, en una ocurrencia de mala suerte, despejando de toda duda que el pensamiento que se abría ahora, se mantenía sobre la realidad, una superficie firme, y no sobre una imaginación o sueño. Que me encontraba realmente vivo, consciente de la existencia.

Me encontré en mi pieza, asomado por entre la cortina de mi ventana. Consecutivamente se me cruzo por la cabeza cómo sería esa misma imagen.

Yo mismo abajo en la vereda, mirando cómo aquel que suponía ser yo, observaba desde la seguridad de la casa. Pero me notaba triste.
Por qué la ventana estaba borrosa?  Entendía claramente que la figura detrás era yo, por sus rasgos, sin embargo aunque característicos, también eran grotescos o al menos lo poco que se podía distinguir. O será a caso que era una simple perspectiva? No lograba estar del todo claro.

Despejé la idea rápidamente, iba a comenzar el proceso de imaginación de nuevo. Es difícil estar
sobre unas bases solidas y no volar, es difícil no caer en la tentación de desfigurar el mundo cruel.
Como si yo fuese un fantasma viéndome a mi mismo, simplemente me esforcé para volver a mi cuerpo, allá en la ventana. Y así lo hice, de nuevo mirando a través del cristal…
Cómo me vería alguien más si me encontrara observándolo?

Di un pequeño golpe con mi dedo a la ventana, como un gesto de desconcierto. Nunca habría estado borrosa.
Mis ganas de encontrar a alguien más, ya antes me habían llevado a “presenciar” aquella forma mental que se desprendía en una idea fugaz.
Aquella figura misteriosa que en ocasiones uno se imagina, pasando caminando solitaria, descubriendo una pequeña complicidad en tu mirada que podría llevar a hacerla pasar mas seguido y finalmente en un acto rebelde de la vida, frente a todo pronóstico me dispondría a bajar a saludar al merodeador extraño, pretendiendo que pase algo más interesante entre tanta normalidad.

La noche caía, mientras en el interior de la misma parecía crepitar un fuego. O al contrario, se
resquebrajaba un hielo congelándose por sí solo. Ese sonido era justo el que solo a mí me parecía alzarse envolvente, retorciendo el aire en mis oídos.
Las penumbras de la habitación eran demasiado reconfortantes, era agradable echar una mirada al rededor. Las luces de la luna parecían impactar en zonas estratégicas para sumirme en un espectáculo.

Sin embargo algo interrumpió mi tranquilidad. Allí había un pequeño espacio de la puerta
entreabierta. Alguien me estaba mirando desde ese sitio, la sombra se hizo evidente. Podría haber
estado viéndome desde hace minutos, pero recién ahora me había dado cuenta. Me enoje tanto por eso, que no pude evitar que mis ojos lo expresaran.
La sombra dijo: a comer!
y se fue…

Trague aire para llenar mis pulmones concentrando la fuerza para poder levantarme. Otra vez al
exterior.

Baje las escaleras silenciosas, atravesé pequeña parte del living para llegar al comedor.
Mi familia hablaba y estaba tranquila ya con los platos servidos, comiendo, contándose graciosas
anécdotas.
No era un mal momento las cenas. Aunque de vez en cuando me tocaba hablar y yo no quería hablar ahora. No quería contestar preguntas, no quería tampoco ser comparado, ni que se estén
quejando. La mayoría de las veces mantenía mi boca llena para que no sucediera tan seguido que la dirección de la charla sea mi persona.

En un determinado instante las conversaciones terminaron abruptamente, solo los sonidos de los
cubiertos contra los platos era lo que se escuchaba. Levante la mirada de mi comida luego de que
empezó a parecerme extraño y mi familia se comportaba de una forma que no era habitual. Sus bocas masticaban rápidamente la comida que ingerían. Todos. De cierta manera empezó a impacientarme, a incomodarme de forma progresiva, se desesperarme a tal punto que me integraba de a poco con ellos a realizar esa clase de movimientos bruscos, como si mi cuerpo sería llevado inconscientemente a hacerlo.
Me levante antes de entrar en la demencia. Arrimé la silla que hizo su característico sonido de
arrastre, para posteriormente llevar el plato a la mesada.

Escaleras arriba tomé una campera para abrigarme del poco frio que haría afuera.
El cielo nocturno era asombroso aquella noche, digno de admiración, de suspiros, de desvelo.
El aire me llegó de repente, revitalizador al poner un pie afuera.
Anduve por las veredas del barrio intentando que otras cosas me llamen la atención para no perderme de nuevo entre pesadillas y torturas inducidas.
Por qué parece que yos soy el único así? por qué parece que soy el único que sale "casualmente" a
dar un paseo?  No puede haber acaso un perro vagabundo husmeando tan solo una bolsa de basura?

Las casas parecían vacías, no había vida.
Intentaba curiosear por alguna ventana mientras caminaba, que estaban haciendo? por qué nunca nadie salía a abrirle la puerta a algún amigo? por qué nunca se presentaban desde que me
mude?

Un buzón, mi atención se dirigió a él. Para que serviría estando allí? Nadie le trae una simple carta.
Mi padre me había comentado que el de la casa lúgubre era un viejo solitario. El 312 de la calle Merzbreez.
Quién diría, tal vez algún día termine así, sin nadie que me escriba. Así que hice algo sin mucha
lógica en ese preciso momento. Empecé a buscar algún papel en mi campera. Si, encontré una servilleta. Pero cuando la desdoble de su arrugada posición, me lamente por lo que seguía. Claro, debía justo encontrar una lapicera o algo para escribir. Muy raro.
Pero lo hice de todos modos desganado. En el lado derecho de los bolsillos nada, en el izquierdo... tampoco.
No sé por qué... pero a veces hay una resistencia, uno se niega a perder y en ocasiones da
resultados, algo nos llama a la insistencia. Al volver a fijarme encontré una lapicera...
Apoyándome a un muro escribí.

-Para alguien desconocido que posiblemente nunca veré. Para alguien que tal vez no sabrá que espera una carta en su buzón de la entrada.
 Ten días reconfortantes y que tus experiencias hayan traído mas glorias que penas.

… Por cierto, no soy nadie para dar consejos, pero no entiendo que tanta gente se pierda esta clase de noches, son lo mejor de este sitio.-



Eso fue todo lo que escribió. Supo que no era bonito, que no tenía ninguna inspiración. Pero fue
sincero y eso lo hizo seguir tranquilo por su camino.

Era mejor ir volviendo a su casa. Cruzó la vereda para tener una visión algo diferente por mas de
estar yendo por la misma calle.
Algo lo hizo frenarse. Una chica estaba en la ventana de arriba de una casa, mirando hacia él. Con su cabeza apoyada en el cristal y una mano corriendo parte de las blancas cortinas.
Pero siguió, siguió hasta su casa hasta llegar a la habitación para acostarse y al día siguiente
decidiera mirar otra vez por la ventana, esta vez incorporándose algo más de esperanza.      
No debía ver de esa manera al mundo. Pero las cosas comenzaban a ser una mezcla entre la realidad y la imaginación junto con el pensamiento. Qué es qué? Mejor darle color a lo muerto y desaturar el color a lo vivo pero manteniendo un rango grande de diferentes tonalidades para que el gris no pierda todo. 

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