Dedicado con
todo el cariño a mis amigos y a mis hermanos…
Había
una vez... un búho y un ratón.
Los
dos eran grandes amigos y siempre buscaban nuevas aventuras que poder compartir.
Es agradable decir que eran felices entre sus pertenencias, en una cabaña abandonada en el medio del bosque... libros polvorientos, pergaminos amarillentos, velas derretidas, mesas y sillones roídos, cuadros descentrados, y otras cosas habituales en una vivienda de espacio reducido al que se le acumulan objetos.
Habían aprendido a ayudarse y a cuidarse mutuamente. A convivir con sus diferencias evidentes y a complementarse productivamente en beneficio.
No era extraño suponer entonces que las tareas se les facilitaban comparándolo con lo que podían hacer por separado.
Habían aprendido a ayudarse y a cuidarse mutuamente. A convivir con sus diferencias evidentes y a complementarse productivamente en beneficio.
No era extraño suponer entonces que las tareas se les facilitaban comparándolo con lo que podían hacer por separado.
El vivir les era más llevadero sabiendo que tenían al otro al lado, al punto de pensar en compartirlo todo, hasta sus últimos segundos si les era posible.
El bosque que los rodeaba, los saludaba imperioso, con las ramas de unos árboles de todos los tamaños y
todas las formas posibles e imposibles; estrechos, alargados, anchos y jorobados, con colores normales u otros más sombríos y extraños, grises, violáceos, dorados y rojizos. Árboles incluso con las formas más retorcidas generando una disposición de la más variada, despertando la imaginación.
Aquellas ramas eran como brazos extendiéndose hacia todas direcciones o al menos así se las entendía cuando ellos las divisaban entre la ventana despojándolas mentalmente de sus vestiduras de hojas que también dibujaban figuras anormales.
El cielo más que parecer ajeno y lejano, se sentía realmente siendo una parte que componía aquel sitio mágico, vislumbrándose como una capa esférica, limpia y protectora, desde donde "comenzaba el mundo". Una capa que rodeaba las montañas que a su vez limitaban el bosque, componiendo un todo en el que estaban metidos.
En
la extensión del lugar, se contaba con un pequeño río, así como un lago, en los
cuales danzaban luciérnagas por la noche. El pasto no se alzaba más que un
metro en los sectores más descuidados. Aunque sin embargo mucha parte del suelo
se decoraba de hojas, rocas, raíces y trocitos de madera.
Al
fin y al cabo "la vida de la naturalidad" parecía estar presente todo el tiempo, respirando, en esa expresión del viento puro que llegaba de sus
fauces, allí en lo más profundo, quizás donde nadie puso un pie jamás... Desde alguna caverna tal vez.
Un aire, que revitalizaba las superficies, humedeciendo los poros, siendo como la sangre viajando por unas venas invisibles en una red espectral interconectada transportando minerales.
Un aire, que revitalizaba las superficies, humedeciendo los poros, siendo como la sangre viajando por unas venas invisibles en una red espectral interconectada transportando minerales.
En
algunas horas aquel bosque se movía tranquilamente con balanceos regulares,
como el ritmo de una abuela en una mecedora, adormilando el ambiente, o en otras, crujiendo
los troncos amenazante cuando había algún intruso.
Los
animales aumentaban su belleza, incluso entre medio de la brutalidad de la
supervivencia del más fuerte.
No
está de más decir que su terreno estaba constituido por variedad de elevaciones
y zonas planas, sin tomar a esta última en su forma más literal, sumando
pendientes y colinas difíciles de superar. Sin embargo en definitiva, la mayor
parte de su territorio era explorable inclusive en aquellas cuevas ancestrales.
Los días eran alegres, llenos del cantar de los pájaros tanto como de las demás especies, y las noches ensoñadas, llenas de sombras contrastando con luces de colores, de los hongos, las flores y el polvo desparramado que brillaba solo con la luna.
Los aromas eran ricos, exuberantes, silvestres y exóticos. Mezclándose en resultados diversos no encontrados en ningún otro lugar.
Los días eran alegres, llenos del cantar de los pájaros tanto como de las demás especies, y las noches ensoñadas, llenas de sombras contrastando con luces de colores, de los hongos, las flores y el polvo desparramado que brillaba solo con la luna.
Los aromas eran ricos, exuberantes, silvestres y exóticos. Mezclándose en resultados diversos no encontrados en ningún otro lugar.
Allí
en algún punto vivían nuestros dos personajes.
Para proseguir con nuestro relato, es necesario mencionar cómo fue el acercamiento entre nuestros dos amigos...
Para proseguir con nuestro relato, es necesario mencionar cómo fue el acercamiento entre nuestros dos amigos...
El ratón, ante la falta del dueño de la cabaña, pudo deambular con mayor frecuencia libremente sin ningún peligro. Un paraíso abierto completamente para él. Así su concentración cuando no estaba posada en algún objetivo de comida potencial, veía intrigado a un búho observándole en lo alto de un mueble.
Este mismo tenía una paciencia inquebrantable esperando quien sabe qué dentro de su jaula. Y lo notaba así cada día, al punto de preguntarse si no estaría pasando hambre siquiera como para querer salir de allí.
Cada
día se miraban completando una pequeña rutina o quizás podría expresarse mejor haciendo
referencia a un hábito.
El pequeño ratón se preguntaba si no le molestaría al
búho sus andanzas por la cabaña.
Pero aquellos ojos, la expresión en su rostro, la cabeza
medio metida entre sus alas como si una persona elevara sus hombros en gesto de
timidez y sumisión, solo le advertían que parecían contemplarlo solemne,
pacifico y a la vez asombrado.
Siempre
encontraba aquellos dos grandes ojos viendo en su dirección.
El ratón podía recordar
una anécdota cuando en el medio de una escalada épica de un cajón, se había
acordado misteriosamente del búho..
Sus dos patas delanteras estaban sujetas
firmemente. Antes de subir sus otras dos patas traseras, quiso mirar sin poder soportar la intriga. Quería saber lo que aquel extraño animal estaba haciendo en aquel momento.
Pasó su visión, apartando las cosas que estaban entre medio de los dos; sillas, una mesa, un jarrón con flores y algunos muebles, para finalmente notar la presencia de aquel.
Casi se cae
cuando entre ese hueco, detrás del vidrio de un frasco, un ojo alargado lo observaba (un ojo distorsionado por el cristal).
El susto hizo que pataleara rasguñando la madera al no encontrarse con algún
aferre. Pero al final, con esfuerzo, logró subir entre una agitada respiración.
Esta
última remembranza le surgió pensando en aquellos globos amarillos siendo los
ojos del ave, que ahora se le presentaron expectantes en un nuevo día que comenzaba como cualquier otro.
La
desesperación más que afectar al animal alado lo atenazo a él.
Esa era
la primera respuesta ante aquel acontecimiento que siempre ocurría, la interacción con sus miradas.
Entonces
pasando por grandes obstáculos, sin dificultad como solo un ratón puede hacer,
se abrió paso hasta la gran jaula.
Una vez allí se las ingeniaron mutuamente para abrir la puertecita a la libertad.
Una vez allí se las ingeniaron mutuamente para abrir la puertecita a la libertad.
En
ese momento comenzaron a ser amigos.
El ratón desde entonces recordaría como se habían conocido...: él paseando por la casa en busca de rica comida y toparse repentinamente con los ojos
tranquilos del majestuoso búho, que lo observaba entretenido. Incluso sin alertar al dueño que por aquel entonces no se había ido aún.
La amistad era un regalo que sabían apreciar. Por eso, antes
de dormir necesitaban encontrarse... se miraban como un acto de complicidad para luego poder descansar en paz con ellos mismos en sus respectivos lugares.
Ahora
la vida era por un lado más complicada para el búho, cuando la realidad le decía que no tenía a alguien para darle de comer.
La comida escaseaba y se encontraba en los lugares de difícil acceso dentro de la casa... Así que, si no encontraban, el búho debía salir por la ranura de la ventana hasta conseguir algo para él y su simpático amigo.
La comida escaseaba y se encontraba en los lugares de difícil acceso dentro de la casa... Así que, si no encontraban, el búho debía salir por la ranura de la ventana hasta conseguir algo para él y su simpático amigo.
En
una ocasión se quedaron a la orilla de la repisa donde se acomodaba una ventana, viendo las estrellas en una
noche de navidad. No sabrían exactamente cuánto tiempo habían estado quietos
simplemente acompañándose y pensando. Pensando en un exterior.
Ese
pensamiento se intensifico de una manera especial dentro del pecho de cada
animalito, así que no fue raro que las conversaciones entre ellos comenzaran a
tener la tendencia del "afuera".
Sí,
hay otros peligros fuera, pero la libertad era algo mayor en su debida proporción. Mayor que la “pequeña
libertad” encerrados en esa casa.
Ellos
que nunca conocieron lo que era en sí la libertad, se vieron aturdidos y
emocionados en la revelación: No solo podían
estar libres en la casa, sino que en un mundo más grande, vasto e inmenso...
Ese sentido de
inmensidad por sobre algo ya de por sí grande avivaba una sustancia en ellos.
Sin
embargo no solo había emoción, sino que también un miedo.
Siguiendo
con aquel pensamiento revelador, el ratón le pregunto al búho cómo se sentía
volar? qué se sentía tener alas?...
Le
expresó sus ganas de tener un par también. Con lo que este le contesto...
-
Cuando me sacaste de la jaula... Pude tener el espacio necesario para volar. No sabía
que sabía hacerlo, pero sin embargo lo hice naturalmente como si estuviera
grabado desde que nací. Lo que te puedo decir es que me hizo sentir más
completo...-
Los
ojos del ratón se hicieron dos globos luminosos contemplando la belleza del
relato, sintiendo cada palabra como sincera... Especialmente aquella que hacía
referencia a la plenitud, estar "completo".
Si
él, el ratón, tuviera que salir al exterior, serían de mucha ayuda un par de
alas...
De
la misma manera el búho pensó... sabiendo que sería genial para la
supervivencia tener aquella agilidad y capacidad para poder escabullirse casi
en la totalidad de las circunstancias en las que contaban las más tensas y
extremas.
Una
noche unos niños entraron estrepitosamente a la casa. Dos de ellos eran
agradables pero un tercero, el más grande, de unos 15 años, era bastante
arrogante e insensible.
Mientras
pasaba corriendo haciendo destrozos los pequeños lo miraban asustados insistiéndole
que no haga tanto ruido, que tenga cuidado.
Esa
noche, el búho y el ratón se asustaron y vieron como su casa era desordenada
injustamente.
Cuando
salieron de su escondite tuvieron que consolar a la señora araña...
Nada
se volvió a saber de los chicos.
En
otra instancia habían sufrido un intenso terror cuando un perro gordinflón irrumpió
en la cabaña ladrándoles a través de una pared de madera por los que se abrían
algunas ranuras de las malas conexiones de las mismas. Su hocico podía
olfatearlos inequívocamente. Se salvaron por el dueño que lo llamo.
El
búho y el ratón, entendieron rápidamente que el exterior podía ser hermoso
tanto así como cruel. Y los días siguientes no pusieron un pie fuera.
Cuando
tuvieron la confianza suficiente pasearon entre árboles cercanos, ya con el
piso lleno de nieve.. y se quedaron en uno de ellos que a los dos les encantaba
por su arquitectura.
Al
comenzar el anochecer se escabulleron rápido a su guarida. Descubrieron que fue
una decisión acertada al cabo de unos minutos cuando una fuerte tormenta hizo
gemir y vibrar cielo y tierra.
La
vida se había vuelto una total aventura para los dos... y si aun estaban vivos
era por el entusiasmo de encontrarse solos.
A
la tarde de un viernes el ratón le pregunto al señor con plumas...
-No
tienes ganas de conocer a otros de tu especie?-
La
chimenea sonó con el sonido de una diminuta piedra cayendo por su agujero, tal
vez producto del tiempo avasallante que pasaba factura a las estructuras.
Aquella chimenea en donde se encontraban los dos.
El
búho al fin contesto después de meditar...
-No
lo había pensado, pero creo que así estoy bien.-
Su
amigo orejón sonrió.
-Y
vos?- le pregunta a su amigo.
-Yo
qué amigo...?
-Vos...
no querés conocer a más de tu especie...?-
-Me
parecería entretenido, pero no es algo que me importe mucho...-
Se
volvieron a mirar y sonrieron ambos.
Sabían
que el uno se había convertido en alguien indispensable para el otro.
-Pensarían
que somos egoístas y raros- exclamó el búho, con una voz divertida y algo más
ronca por el énfasis...
Prosiguió...
-Otros
querrían tener una gran familia, te imaginas..?... búhos y ratones por toda la
casa...-
Esta
vez.. el búho dio tal carcajada que se le desprendieron algunas plumas.. y el
ratón se tiro barriga arriba para patalear.
La
diversión los hizo sentirse plenos en su existencia. Después de unos instantes
se sorprendieron intentando un juego nuevo.
El
ratón, en un ataque de locura, había subido a la espalda del búho jalándole las
plumas... tal como un hombre montando a un caballo. Entre pequeños gritos y
quejidos divertidos, el pajarraco se lanzó volando hasta el otro extremo de la
habitación.
Cuando
aterrizo los dos gimieron de alegría...
-Choca
los cinco...!- soltó el ratón...
-Solo
tengo cuatro- respondió el búho viéndose pensativo la pata aun emocionado..
El
ratón cerró uno de sus dedos y chocaron las patas.
-DE
NUEVO- gritó el ratón... subiéndose otra vez.
Antes
de terminar la frase el búho caía en picada al suelo para pasar rasante y salir
acrobáticamente con círculos peligrosos por la ranura de la ventana...
El
paseo fue muy agradable y llegaron a la casa cansados por toda la energía
liberada.
Se
acostaron cerca de un pequeño fuego que uno de los dos encendió... Un solo
trozo de madera que se extinguió minutos después de encontrarlos sumidos en
hermosos sueños.
Habían
pasado años. Y los ánimos estaban menguando... ya no eran tan entusiastas, ni
tan jóvenes... pero habían mantenido esa emoción como ninguna otra dupla
semejantes (si es que alguna vez la hubo).
El
pelo del ratón estaba más crecido y desprolijo... le resultaba muy gracioso al
alado pero no le hacía ninguna gracia al nariz larga, ahora en actitud de gato,
completamente manso sin hacer mucho más que estar tirado. Algunos ataques de
locura a veces le agarraban lo que era una trasformación entre polos
opuestos...
El
búho decidió cortarle el pelo al ratón, aquel pelo gris y desparejo parecido
ahora a una bola de pelusa.
Sin
querer le dio un picotazo fuerte y comenzó una pequeña pelea... que se agrando.
Lo
que podría parecer gracioso para algunos, era serio para ellos...
El
ratón llego a pegarle con las patas y a mordisquearlo fuerte con sus dientes.
La
primera pelea que tenían los había hecho sentir fatal. En soledad pensaron en
cosas parecidas... no debían pelearse de esa manera nunca mas... pues aquel
sentimiento era insoportable.
Mas
que discutir por quien tenía la razón, decidieron dejarlo pasar sin importar
quien estaba acertado o no.
Nuevamente
otro año hermoso pasó casi fugaz.. natural.. feliz..
Nuestros
dos tiernos amigos ya estaban más viejitos... pero sin embargo parecían jóvenes
cuando jugaban...
Sus
movimientos se convirtieron en torpes... el ratón perdido gran parte de su
visibilidad también. Y el pelo y plumas respectivamente no hacían reflejo de su
felicidad.
Los
dos se miraron largo tiempo comprendiendo la suerte que habían tenido de
conocerse...
Al
fin el búho dijo..
-
Sé que estás muy cansado… Pero que tal si hacemos un viaje...?-
El
ratón se subió de nuevo a la espalda cómoda del búho…
Este
abrió sus alas que parecieron más majestuosas que ninguna otra vez...
Y
voló... aleteando fuerte, dando un giro para atravesar la ventana...
Los
dos sintieron el viento en sus caras... y vieron la luna enorme entre millones
de estrellas...
Por
último se dieron una última mirada despidiéndose antes de que cayeran por vez
definitiva al suelo...
Por
Germán Castillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario