lunes, 25 de septiembre de 2017

Hábito...


Primero fue la duda...  consumida por el fuego perpetuo del miedo. Como el desliz irregular de un gusano resquebrajando una pared desde su interior... 
Luego el terror creció con la oscilación del tiempo mostrándole diferentes momentos con agregados específicos. Así que el titubeo, la interferencia, la irrupción dejó al espanto aparecer en su máximo esplendor. 
Ante cualquier respuesta obtenía más de lo mismo, una introducción a la perdición, su condena, que se reproduciría expandiendo con sus deformes e infinitos brazos los dominios, más haya donde habita el abismo; los bajos fondos e insondables espacios del terror desconocido, el que engulle, el devorador de esencias, el destructor de mundos, el ojo en espiral observante, las fauces mas colosal de dientes afilados amenazantes, el que ríe, el que gime, el que desespera.
Frenar ese impulso a caminar seria extraer su raíz, como así también todo su componente de esperanza.
Si bien allá a lo lejos se vislumbraba la bestia... era un camino que debía recorrer hasta rescatar las piezas rotas. De lo contrario no podría regresar.
Quizás cuando el miedo te invade tan bruscamente, tu integridad se acomoda, se adapta... cuando todo falta haces del vacío tu sentido para buscar la fuerza que te permita seguir adelante. El vacío se transforma en comida, como la basura para el vagabundo. 
No tenía remedio para ese saber tan desesperante y desbordante.
Era la hidra de su lago de Lerna, el uroboros creciente rodeando de extremo a extremo el reino de la desesperanza mas intensa, la flor marchita en su Campos Eliseos. Pero también su Euridice en el infierno, el viento en su más profunda caverna, la rendija en su prisión de Azkaban, la mano salvavidas en la superficie de su océano más peligroso de aguas turbulentas. 
Su forma, Su hábito.
Quizás andar con la duda sea la expresión mas intensa del caos. Una serie de impulsos azarosos y causales, dentro de un marco. El atractor extraño de su constitución. El primordial instinto, la huella disimulada patente. El aprieto de la enredadera, el abrazo amado de la oscuridad, con su particular aliento traspasando de punta a punta la mente agrietada y enferma.

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