lunes, 25 de diciembre de 2017

Sacrifice...


Cuando emprendiste aquel viaje sabías que iba a ser diferente a otros, lo sentiste desde el comienzo en esa incomodidad del interior. En esa forma especial en la que los sucesos se presentaban para llamarte. En el aire enrarecido que se agitaba rondando en los ambientes.
Te llenaste de valor y lo demás que hiciera falta para avanzar.
Al apoyar tus pies en la orilla, te quedaste mirando unos pequeños instantes hacia tus espaldas.
Tenias miedo, y las voces lo sabían. 
Las voces sabían también que estabas reconsiderando el hecho de volver, de echarte hacia atrás.
Nadie te iba a juzgar por ello. Nadie de esos cobardes podía decir una misera y estúpida palabra!
Tal vez todo hubiese sido mejor si finalmente no te desafiabas de esa manera. Pero quien puede cambiar lo que debe ser? 
Entendías el propósito y volviste tu mirada al frente, entonces andaste, no por tí sino por eso, solo por eso.
Era un viaje de ida... más nunca de vuelta. Y antes que prepararte enteramente para la empresa, sospechabas no seria posible nada como eso, te llevaría toda la vida, entonces preferiste hacer lo que nadie hace. Atravesaste la linea de lo inevitable, el horizonte de sucesos de tu agujero negro, dando el paso de confianza que muchos negaban. No había marcha atrás. No era que serias recordado por algo noble o transformado en héroe, con suerte mantendrían unos años tu nombre. Y aunque muchos te alentaban a detenerte y te insistían en que no encontrarías mas que sufrimiento, vos decidiste creer.
La fuerza del valor pronto se arrugo como un perro acurrucándose frente a una manada de lobos olisqueándolo alertándose de una presencia extraña. El valor quedo relegado en su fin, y el lugar lo despertó con mas miedo. El aire era extraño allí, las palabras susurrantes venían de todas partes con designios desalentadores. El primer impacto fue mayor al esperado.
El recorrido aun así te llevó a rastras haciéndote conocer tus peores miedos. Aprendiste que cuando miras la oscuridad, sea lo que sea que haya allí, también puede mirarte a tí.
En el trayecto lloraste, sufriste, agonizaste hasta gritar, pensaste en que no ibas a poder más. Pero apareció su voz, insistente te ayudaba cuando los demás te habrían dejado tirado, y con ello recordaste que ese inmenso miedo podía ser despejado.  
Ya habías muerto tres veces. Solo que nadie se dio cuenta. O quizás no fueron lo suficiente valientes para notarlo.
Sabías de eso... sabias lo que era romperte. Despedazarte como si una bestia se internara en las fauces de tu cabeza vestido en tinieblas. Gemiste, arrugaste tu rostro maltrecho, apretaste tus dientes... gritaste otra vez más con el exhalo mas desesperado. Una parte importante de lo que te constituía se estaba yendo, la sentías perderse, deshojar tu cuerpo cada vez más muerto.
Las ideas...  aquellas aguas de la mente, tal si fuera el mar cerca de una frontera rocosa, se desbordaba con las fuertes mareas y los temblores. Los cordones hacían golpear el liquido que se disparaba por los aires y salpicaban con chorros despavoridos por todos lados. El panorama no era alentador, a cada paso notabas avecinarse lo peor, lo inminente, lo imposible de superar. Era cuestión de tiempo terminar por ser nada.

Luego las imágenes rojas irrumpieron violentas, te perseguían por largos pasillos asemejándose a espectros abalanzándose a una presa indefensa. Pero nunca sabrías lo feo que iba a ser cuando te alcanzaran. Lo hicieron... lo hicieron. Trastabillaste y aferraste con tus manos la cabeza para contenerlo. Pero ninguna barrera de tus defensas pudo ser digno rival.

En el espejo se miro fijamente y con su voz interior comenzó a insultarse de todas las formas posibles.
"Vamos estúpido, no seas cobarde. No te quedes ahi ¡Agarra tu espada!".

Lo descubrió genuinamente... ella le había intentando enseñar a mirar con diferentes perspectivas... que morir dignamente era mejor que vivir en la miseria. Que quizás morir era vivir, y que vivir era la muerte.
Se quería demasiado a si mismo para dejarse morir pero era un engaño... en realidad si se quería en verdad él mismo se acompañaría en la muerte de su cuerpo... lo dejaría morir y luego revivir una vez más.
Mientras otros tirarían el agujero de su pecho... y exhibirían un nuevo corazón puro, él amo aquel espacio y predispuso para este un nuevo corazón inmaterial que se fundió con la materia... Se selló en fuego con un pacto eterno, del que no eran necesario palabras. Esa mirada nueva e intensa era suficiente.

Cuando se enfrentó en la batalla final contra él mismo aprendió a aceptarse.
Otro viaje comenzaba sin embargo, y un nuevo observador se unía a la historia.
Quizás moriría mil veces mas aunque pensaba que no pasaría de la próxima que le tocara.