En una calle cualquiera, se presentó la imagen de su fantasma, en paramos tan inciertos y difusos como lo era su identidad. Con una música de fondo marcada con las notas preciosas de la caída de hojas marrones y amarillentas de otoño, junto al viento tempestuoso.
Al igual que aquellos arboles, las casas se juntaban haciendo fila a cada lado, para llegar al horizonte.
Y en las ventanas se veían las familias felices.
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