No había nada.
Ni siquiera escondido entre la profundidad de las penumbras,
Ahí en el abismo todo parecía ser el rincón de la agonía perpetua,
el lugar de la perdición con la gloriosa negrura de prisión de psicología siniestra
cegando en su inmortal desierto.
Un color sentenciado a cubrirlo todo inclusive después del fin de los tiempos.
Pero en algún lado en esa desquiciante oscuridad
le parecía sentir que surgía desde el suelo de cenizas negras,
un fuego rodeándolo a él, invisible, atestando todo de miseria.
Se alzaba con sus brazos aferrándose al momento.
Tal vez en realidad algo crepitaba dentro,
produciendo un chirrido semejante al de la madera quemarse
o cualquier combustible frente a la reacción química de la combustión.
Le pareció que en esas condiciones no importaba el espacio,
cuando todo se llena de sombras
estas actúan sobre las dimensiones físicas
pudiendo "llenar de espacio" un aparente vacío.
El resultado es sorprendente,
infinidad hasta en el cuarto mas pequeño.
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