Lo miré sabiendo que no me devolvería la mirada.
Eso me hizo sentir mas seguro para inspeccionarlo.
Y traté de descubrir qué le pasaba.
Él parecía preocupado por algún extraño pensamiento.
De repente gesticuló con la cara como si le viniera un gusto de algún trago amargo y se le contrajo el rostro sin poder ocultar una tóxica rabia. Fueron unos pocos segundos.
Movió la cara de lado a lado tal si quisiera arrancarse el pensamiento. Pero no pudo. O al menos eso es lo que intuí.
Entonces supe que en ese momento él se encontraba hundido en otro mundo.
El bar estaba animado, y aquel muchacho había decidido sentarse en solitario en la mesa pegada al vidrio.
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