Ella era una niña, una
linda niña de 7 años. A pesar de su corta edad podría decirse que era bastante
inteligente en algunos aspectos, aunque claro está que, en esa etapa de la vida,
es completamente razonable encontrarnos con que sean algo fastidiosos los niños
cuando no obtiene lo que quieren.
Si bien la
"normalidad" abrazaba la rutina de la familia, no podía decirse lo mismo
de la niña. Al menos no desde cierto punto de vista particular…
"La edad de la imaginación"
expresaban y justificaban los padres a cada
comportamiento, cada acción
de las fantasías de ella.
Que tiene de anormal tener
amigos imaginarios? cuidar bebes (muñecos de bebes), estar sola largo tiempo
encerrada en la habitación cuando llovía tanto por esas fechas. Que tenía de
anormal escucharla hablando sola, o a la hora de la comida quedarse viendo a un
punto fijo distraídamente?.
Y es que la vida de la
niña había comenzado de a poco a ser más y más solitaria. Los padres debían
trabajar largas horas en casos de abogados, con lo que tenían que asignarle la tarea de cuidado a una niñera
sin vínculo aparente con la familia, quien no se molestaba tanto en darle todas
las comodidades y atenciones (padres adinerados).
La niña tenía un mundo
detrás, pueden quizás decir que lo entienden, sin embargo es algo muy olvidado
ya por las personas más grandes, no es necesario mucho tiempo...
Todos contienen una
historia, algunos mas dramáticas que otros, en
donde la inocencia fue arrebatada.
Desde ese momento dejas de ver y sentir
algunas cosas, sin embargo,
esto se lo atribuye a un conocimiento más “acorde” y cercano de la
"realidad". La razón, la seriedad y la responsabilidad son parte del
proceso de hacerse grande.
Así que... podría decirse
que una energía extraña corría por su cuerpo de niña, deseando, anhelando,
viviendo siempre con sensaciones extrañas y nuevas presentándoseles
habitualmente. El mundo era un lugar tan desconocido, y cada objeto podía transformarse
en lo que quisiera si no lo tenía, eso era tan mágico, tan especial que era
placentero vivir en un cuento de hadas.
La asignación de valores,
la desfiguración de las formas supuestas materiales.
Lo que un niño sabe es que
no importa tanto lo de afuera... pero el grande pone límites a su mundo, tiene
valores asignados preestablecidamente.
En un anochecer, los
hechos se habían presentado normalmente en la casa de estilo victoriano de la
calle Gorder de Murbreez, ciudad turística. Aunque dicha propiedad era una de
las que estaba apartada de todo, justo donde comenzaba el bosque en uno de los
extremos.
La niña después de un rico
té fue a jugar con sus muñecos.
El cuarto lo esperaba
siempre acomodadamente y con sus colores crema claro. La casita en miniatura en
un rincón a la derecha, las muñecas de porcelana sentadas viendo en varias
direcciones desde el mueble. Aquel mueble alto del que jamás llegaría hasta allí
arriba, ni aunque utilizara una escalerita el doble de alto de lo que
acostumbraba para tomar sus muñecas favoritas.
Ella se preguntaba
entonces si se encontrarían bien en su eterno descanso
aquellas de arriba, si se divertirían
viéndola. Era extraño pero tenía una sensación de conocer hasta su mas mínimo
detalle, y la posición en la que siempre estaban, pero a la vez eran tan
desconocidas. Nunca había compartido la comida, nunca se habían sentado con
ella, nunca habían jugado juntas.
Un espejo colgado a un
metro del suelo a la izquierda justo después de la cama. Estos dos con detalles
en madera en el marco, y en las patas y respaldo de la cama respectivamente.
Tenía un buen espacio para
jugar libremente en el suelo alfombrado, sin embargo las paredes estaban llenas
de cosas, de todo tipo de decoración. Relojes (si, relojes), almohadas, muebles
de diversas alturas, uno de ellos eran su encantador guardarropas, la silla
mecedora en frente del ventanal, la mesita con las tacitas, y su cajón de
juguetes.
Cuando uno es niño y le
muestran por primera vez algo así, el niño piensa como si se estuviera tratando
de un cofre de tesoros de los piratas, a partir de ese momento, siempre hay una
alegría, una felicidad tan vivida, una
exaltación tan especial
cada vez que sabe que tiene que ir a jugar con algo de allí adentro.
Cada cosa que haya
guardada, que este contenido en él, tiene un valor especial, y aunque nunca
vayan a jugar con algo, se molestarían demasiado si faltara dicho juguete. Podría mencionarse un ejemplo cuando la madre casi
tira el muñequito de trapo, con ojos de botones que le había hecho la abuela, estuvo
días sin hablarle.
Después de unos 10 minutos
de estar sentada con su vestidito blanco junto a
dos muñecas de porcelana,
cerca de la casa en miniatura, ella noto que la lámpara de pie, adornada con un
angelito de madera, estaba dada vuelta de manera que el angelito no la veía. Le
pareció raro pues nunca había pasado eso. Se molesto con la niñera por haber
entrado en su habitación, eso no era necesario. La madre se encargaba de
acomodarla especialmente para ella desde que tenía memoria. Por ese motivo parecía
contener una perspectiva protectora y detallista en exceso para con el cuarto al igual que su madre. La herencia no siempre esta exenta de esos comportamientos.
La noche se acerco más rápidamente
de lo previsto. Le pareció que era tiempo de que sus padres llegaran, pero no
lo hacían. Aunque no le molesto en lo absoluto ya que significaba un ratito más
antes de irse a dormir.
La niña se empezó a
extrañar, quizás sus padres tuvieron un retraso por algún motivo. Bajo las
escaleras pensando en preguntarle a la
niñera si sabía algo. Se asomo a la cocina y no estaba. Para colmo ningún ruido
había mas que sus pisadas.
Paso por los cuartos del
pasillo y volvió sobre el que tenia la puerta entreabierta, ya que el efecto de
entender que allí estaba fue retardado.
La niñera estaba sentada
en un sillón, era el sillón del padre. Se encontraba viendo un libro grande del
estante. Pero en plena oscuridad, solo la luz de la luna iluminaba, asomándose
entre la única ventana con las cortinas danzando de forma fantasmal. Esta imagen,
la niñera casi de espaldas leyendo un libro en plena oscuridad, le dio miedo y
se dispuso no molestarla.
Subió a su cuarto
entristecida.
No tenía mucho que hacer,
por suerte no tenía hambre. Lo que más quería era que la madre le leyera un
cuento y descansar pensando en él, ya estaba cansada.
Una rama choco contra la
ventana lo que la sacó de su ensueño. Pero luego se dio cuenta de que
aquel ruido no era producto de una rama. Una sombra apareció en la ventana sorprendiéndola
y se desplazo hasta adentro hasta quedar frente a ella a unos metros.
Al parecer era una persona
ya que se distinguía la forma humana,
estaba parado de manera
totalmente erguida y rígida con las manos pegadas al cuerpo, a no ser que no
tenga manos. "Un hombre" pensó la niña al divisar su cabeza sin
cabellos largos, como acostumbraban las mujeres.
-Hola que quieres?-
(las gotas de la lluvia fueron el único
ruido que se escucho)
-Ya sé- prosiguió la
niña...
-Quieres jugar- y una
sonrisa inocente se le dibujo en su cara.
Entonces fue corriendo a
su cajón de juguetes y tomo a Rissy, el muñequito de trapo con ojos de botones
y una feliz sonrisa cocida. Se asomo a la figura y se lo extendió con sus
manitos para que lo tomara, mientras la expectación de que aceptara la
desbordaba.
Pero la invitación no pareció
satisfacer a aquel hombre, entonces volvió al cajón pensando en qué era lo que podría
gustarle.
Después de unos intentos
en vano, el hombre tenía alrededor de 56 muñecos y muñecas tirados a sus pies.
Todos ofrecidos tan insistentemente como el primero.
Al ver que no quería jugar
le dijo...
-Bueno al menos siéntate,
podemos conversar y hacernos amigos- la voz aguda hacia contraste con la
escena.
Agarro a Mely, la ubico en
el suelo, y acerco la silla detrás de aquella sombra para que se sentara...
Ella por su parte también
se sento en una, esta vez muy cerca.
Entonces la figura se sentó
tranquilamente después de ella...
-Bueno quien sos? Yo soy
Camy- Su nombre fue la palabra que más se enfatizo, el tono de su voz era totalmente
despreocupado, cálido y con diversión.
Al ver que no respondía
examino aquella figura más detenidamente.
-Perdón, veo que eres nena.
Apenas vi tu vestido (la sombra parecía ser procedente de una mujer que sostenía
firmemente con sus manos los pliegues de un vestido), solo que… las nenas tiene
pelo largo… Por qué no tenés pelo?- Expuso curiosamente
-te paso algo?-
-Sos tímida, no te
preocupes, yo también lo soy.- Su gesto corporal acompaño claramente lo dicho,
viendo levemente hacia abajo, encogiendo sus hombros y balanceando sus pies. -Pero
tenía tantas ganas de
conocer a alguien con
quien jugar. Quizás si nos hacemos amiguitas puedas venir cada día a mi casa a
jugar-
-Por qué tenes los dedos
así, taan largos?- La figura coloco sus manos sobre las rodillas.
-Y esas uñas son raras...
mi mamá las tiene largas, pero no tanto como las tuyas, ni tan dobladas-
El silencio pareció extenderse
por un momento.
-Oh perdón, no te invite
nada, ahí te traigo el té-
Corrió la mesita hasta los
pies de la sombra, se escucho un mínimo arrastre y le mostro por largos
segundos una tacita vacía que recogió del suelo.
La sombra inclino hacia un
costado su cabeza, en lo que pareció un gesto de asombro, y tomo la tacita, la
cual se acercaba de vez en cuando en donde sea que este su boca.
La niña se puso feliz
porque le haya aceptado algo.
Aguanto, pero no pudo
dejar de interrumpirla en sus sorbos.
-Debe sentirse sola… como
yo, por eso vino-
Cuando dijo esto la sombra
dejo caer la tacita de plástico que hizo ruido.
La casa estaba tan
silenciosa que hasta el sonido más leve parecía un ruido.
Un exhalo se le escapo a
Camy
-Perdón dije algo malo
no?- Se puso nerviosa.
La puerta de la entrada
hizo el sonido característico..
-Son mis padres-
-Vete antes de que te
vean, me van a retar.. puedes venir todos los días-
La figura se levanto y fue
hasta la ventana.
-Tene cuidado no te vayas
a caer, es muy alto- le aconsejo
Miro fijamente adoptando
posiciones extrañas a la sombra, mientras se escurría por la ventana.
Giro por sobre sus hombros
y su madre estaba entrando al cuarto.
-Pero Camy... por qué tenés
la ventana abierta?-
Su madre cerro la ventana,
consecutivamente le llevo a dormir.
Al día siguiente Camy
espero la hora de la llegada ansiosa.
Pero nadie llego.
La noche recién comenzaba
y ya era muy larga. Le contaron una historia y la acostaron.
Antes de apagar
la luz del velador junto a su cama de princesita, no evito echar un quejido
viendo hacia la ventana.
Cuando aparto su vista
resignada, diviso como dicen, por el rabillo del ojo, aquellas manos largas y
con uñas dobladas detrás de las cortinas. Entonces sonrió alegre y apago la
luz.