Esa sensación sutil cambiaba el resultado de la ecuación. Por mas simple y lógico que parezca, había un agregado que dejaba puesta una incertidumbre intrigante que pesaba mas por su extrañeza que por la real repercusión y persecución de algo detrás.
Me sentía alejado de todo acá en mi cuarto, mientras las palabras corrían por una hoja en blanco mientras afuera otros viven lo que yo viví hace años.
Encuentros y desencuentros, esperanzas y desesperanzas, reuniones con amigos de noches interminables aromatizadas por un pequeño trago de alcohol.
Quedarse viendo las estrellas en el cielo, sentir la presión del viento o temer una gran tormenta. Estar mojado por la lluvia y que no te importe, viajar en el transporte publico al shopping sabiendo que la salida apenas había comenzado, por lo que quedaba mucho tiempo para divertirse y poder encontrar el mundo mas interesante.
Pero algo se cocía entre el ruido de las cacerolas de madres cocinando tras los cuadros iluminados de unas ventanas, en aquellas casas resguardadas de la oscuridad, de callejones solitarios. Algo se preparaba y hacia ruido revolviendo la basura de los contenedores, agitando las ramas de los arboles o zigzagueando tras el pasto refrescante del suelo. Algo preparándose justo para el momento de hoy. Preparándose incluso en los días mas felices. Justo cuando la inconsciencia atenazaba fuerte. Estaba en las palabras de padres acalorados en una interesante conversación entre risas mientras sus niños jugaban, o en los rincones iluminados por la luna en la noche en la que ocurrió el apagón.
Algo se estaba preparando en la mesa de un antro descuidado, mientras la música hacia vibrar las paredes y un grupo de amigos cansados ya no sabían siquiera que seguían haciendo allí.
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