Los rayos caían directo sobre sus vulnerables ojos secos, protegidos con una mano para intentar percibir mejor en la distancia. Deslumbrantes destellos que, se filtraban por sus dedos desde la rama de un árbol, haciendo que se contraigan sus pupilas.
La luz inundaba la escena con una taciturna esperanza descascarada, como una pintura deshaciéndose en pedazos lentamente. Su corazón traicionado se volcó a la estampa mostrada cuando de un inhalo asustado se percató de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
El tiempo soplaba a través del viento sus palabras suaves enrolladas en delicadeza, empujadas por los impulsos de la magia que se alejaban tras el roce inocente con cada superficie acariciada.
Apareció, para su sorpresa, en un desguace abandonado, bordeado por el verde de los arboles que lo ocultaban de las miradas distantes de la ciudad en una extensión apartada del páramo.
Aunque sus buenos tiempos habían pasado, para cada uno de esos objetos tirados, aun quedaba una chispa atrapada en las cenizas.
Aquel deposito de chatarra le supuso un cambio tan brusco que el sobresalto se introdujo directo en sus pensamientos difusos. Pronto comenzó a reflexionar sobre el contraste de la belleza puesta en una escena desarreglada que poseía su propio encanto. Cómo las líneas lumínicas viajaban hasta cada objeto, llegando por ejemplo a la superficie acartonada de una caja llena de trastos, o como atravesaban las ventanas vacías de esos autos estropeados sin cristales a los costados.
Al llegar la noche le recordó que otra vez nadie había venido a buscarlo. Pero... ¿no era eso lo que justamente producía una exaltación intensa? dejar a los demás actuar con sinceridad reforzaba una intención verdadera.
Quizás esperaría a un alma distante, una persona relegada, que pise firme los fragmentos dejados por un mundo enfermo y desabrigado. Contarle al fin sus secretos, descansar consigo hasta poder salir de regreso.
Sabía que él... él daba pena...
Pero quería sostenerse aunque su cuerpo se inclinara al suelo y su mano apretara en un puño su pecho al descubierto.
La mueca grotesca de su boca jamás gritó, mas no evitó de tanto en tanto pronunciar un gemido lastimero abrumado por el inmenso dolor.
Pero allí estaba... la quietud, la desolación, la soledad de un basurero producto de los desechos de una ciudad.
Desaliñado, caótico, desparramado, revoltoso. Neumáticos a montones, bidones vaciados, latas abiertas, bolsas ultrajadas de su contenido, frascos agrietados, y cualquier cosa que imagines; cartas de amor desordenadas, muñecos escritos y tachados, llaves de puertas inexistentes, radios sin sintonía, cámaras fotográficas dañadas y botes de pintura de alguna casa de ensueño a medio terminar.
"Soy... parte de esto" se dijo cansado.
Creía que podría ser un lugar indicado para él. Al menos eso se imaginó en ciertos momentos.
Pegaba con esas etiquetas, dedicadas a él incluso sin darse cuenta, "basura", "inútil", "olvidado", "intrascendente", "perdido", "apagado".
Pero saben... la tranquilidad es envidiable fuera del tumulto de las miradas.
Había algo de simpatía con.. esos objetos destruidos y dejados de lado, solos en la intemperie golpeados por las inclemencias del tiempo obstinado. Sucios, oxidados y rotos, tenían a su vez algo en su apariencia que intrigaba, transformándolos en cosas diferentes.
Comenzaban a tener una pequeña barba verde que reflejaba la experiencia acumulada, siendo el pasto que crece entre las formas ahuecadas. Y en su frio metal añejado también las ramitas trepaban como si fuera un cabello descuidado, resultando en un porte áspero distinto a la delicadeza de lo celosamente cuidado.
Hay levedad en ese espacio tan tranquilo.
Quizás un espejo roto muestre la verdadera imagen que tienes. Quizás incluso te haga sentir mas cómodo y vivo.
Hay, sin embargo, algo dentro del corazón que te recuerda, como si aquellos objetos reflejaran recuerdos olvidados. "Yo estoy aquí mientras ellos siguen allí" y un agujero crece en el estomago.
Tal vez debía aceptarlo, entender que aquello que se siente era algo estropeado, que daba igual, que no tenía sentido alguno evitarlo. Comenzar a querer lo que ellos tiraron.