A veces los días
tardan en empezar. No literalmente por supuesto, pero aquel día, yo aun no
había reflexionado al respecto. No había caído en la cuenta, no me había tomado
ese segundo que todos necesitan para encontrarse desde el momento que
despiertan…
No había reflexionado
al respecto de “vivir otra vez”. De levantarme y establecerme como “hombre”. De
entender que me había despertado pudiendo quedarme dormido para siempre, en una
ocurrencia de mala suerte, despejando de toda duda que el pensamiento que se
abría ahora, se mantenía sobre la realidad, una superficie firme, y no sobre
una imaginación o sueño. Que me encontraba realmente vivo, consciente de la
existencia.
Me encontré en mi
pieza, asomado por entre la cortina de mi ventana. Consecutivamente se me cruzo
por la cabeza cómo sería esa misma imagen.
Yo mismo abajo en la
vereda, mirando cómo aquel que suponía ser yo, observaba desde la seguridad de
la casa. Pero me notaba triste.
Por qué la ventana
estaba borrosa? Entendía claramente que
la figura detrás era yo, por sus rasgos, sin embargo aunque característicos,
también eran grotescos o al menos lo poco que se podía distinguir. O será a
caso que era una simple perspectiva? No lograba estar del todo claro.
Despejé la idea
rápidamente, iba a comenzar el proceso de imaginación de nuevo. Es difícil
estar
sobre unas bases
solidas y no volar, es difícil no caer en la tentación de desfigurar el mundo
cruel.
Como si yo fuese un
fantasma viéndome a mi mismo, simplemente me esforcé para volver a mi cuerpo,
allá en la ventana. Y así lo hice, de nuevo mirando a través del cristal…
Cómo me vería alguien
más si me encontrara observándolo?
Di un pequeño golpe con
mi dedo a la ventana, como un gesto de desconcierto. Nunca habría estado
borrosa.
Mis ganas de encontrar
a alguien más, ya antes me habían llevado a “presenciar” aquella forma mental
que se desprendía en una idea fugaz.
Aquella figura
misteriosa que en ocasiones uno se imagina, pasando caminando solitaria, descubriendo
una pequeña complicidad en tu mirada que podría llevar a hacerla pasar mas seguido
y finalmente en un acto rebelde de la vida, frente a todo pronóstico me
dispondría a bajar a saludar al merodeador extraño, pretendiendo que pase algo
más interesante entre tanta normalidad.
La noche caía,
mientras en el interior de la misma parecía crepitar un fuego. O al contrario,
se
resquebrajaba un hielo
congelándose por sí solo. Ese sonido era justo el que solo a mí me parecía
alzarse envolvente, retorciendo el aire en mis oídos.
Las penumbras de la
habitación eran demasiado reconfortantes, era agradable echar una mirada al rededor.
Las luces de la luna parecían impactar en zonas estratégicas para sumirme en un
espectáculo.
Sin embargo algo
interrumpió mi tranquilidad. Allí había un pequeño espacio de la puerta
entreabierta. Alguien
me estaba mirando desde ese sitio, la sombra se hizo evidente. Podría haber
estado viéndome desde hace
minutos, pero recién ahora me había dado cuenta. Me enoje tanto por eso, que no
pude evitar que mis ojos lo expresaran.
La sombra dijo: a
comer!
y se fue…
Trague aire para
llenar mis pulmones concentrando la fuerza para poder levantarme. Otra vez al
exterior.
Baje las escaleras
silenciosas, atravesé pequeña parte del living para llegar al comedor.
Mi familia hablaba y
estaba tranquila ya con los platos servidos, comiendo, contándose graciosas
anécdotas.
No era un mal momento
las cenas. Aunque de vez en cuando me tocaba hablar y yo no quería hablar ahora.
No quería contestar preguntas, no quería tampoco ser comparado, ni que se estén
quejando. La mayoría
de las veces mantenía mi boca llena para que no sucediera tan seguido que la
dirección de la charla sea mi persona.
En un determinado instante
las conversaciones terminaron abruptamente, solo los sonidos de los
cubiertos contra los
platos era lo que se escuchaba. Levante la mirada de mi comida luego de que
empezó a parecerme
extraño y mi familia se comportaba de una forma que no era habitual. Sus bocas
masticaban rápidamente la comida que ingerían. Todos. De cierta manera empezó a
impacientarme, a incomodarme de forma progresiva, se desesperarme a tal punto
que me integraba de a poco con ellos a realizar esa clase de movimientos bruscos,
como si mi cuerpo sería llevado inconscientemente a hacerlo.
Me levante antes de
entrar en la demencia. Arrimé la silla que hizo su característico sonido de
arrastre, para
posteriormente llevar el plato a la mesada.
Escaleras arriba tomé
una campera para abrigarme del poco frio que haría afuera.
El cielo nocturno era
asombroso aquella noche, digno de admiración, de suspiros, de desvelo.
El aire me llegó de
repente, revitalizador al poner un pie afuera.
Anduve por las veredas
del barrio intentando que otras cosas me llamen la atención para no perderme de
nuevo entre pesadillas y torturas inducidas.
Por qué parece que yos
soy el único así? por qué parece que soy el único que sale
"casualmente" a
dar un paseo? No puede haber acaso un perro vagabundo
husmeando tan solo una bolsa de basura?
Las casas parecían vacías,
no había vida.
Intentaba curiosear
por alguna ventana mientras caminaba, que estaban haciendo? por qué nunca nadie
salía a abrirle la puerta a algún amigo? por qué nunca se presentaban desde que
me
mude?
Un buzón, mi atención
se dirigió a él. Para que serviría estando allí? Nadie le trae una simple
carta.
Mi padre me había
comentado que el de la casa lúgubre era un viejo solitario. El 312 de la calle
Merzbreez.
Quién diría, tal vez algún
día termine así, sin nadie que me escriba. Así que hice algo sin mucha
lógica en ese preciso
momento. Empecé a buscar algún papel en mi campera. Si, encontré una
servilleta. Pero cuando la desdoble de su arrugada posición, me lamente por lo
que seguía. Claro, debía justo encontrar una lapicera o algo para escribir. Muy
raro.
Pero lo hice de todos
modos desganado. En el lado derecho de los bolsillos nada, en el izquierdo...
tampoco.
No sé por qué... pero
a veces hay una resistencia, uno se niega a perder y en ocasiones da
resultados, algo nos
llama a la insistencia. Al volver a fijarme encontré una lapicera...
Apoyándome a un muro
escribí.
-Para alguien
desconocido que posiblemente nunca veré. Para alguien que tal vez no sabrá que
espera una carta en su buzón de la entrada.
Ten días reconfortantes y que tus experiencias
hayan traído mas glorias que penas.
… Por cierto, no soy
nadie para dar consejos, pero no entiendo que tanta gente se pierda esta clase
de noches, son lo mejor de este sitio.-
Eso fue todo lo que escribió.
Supo que no era bonito, que no tenía ninguna inspiración. Pero fue
sincero y eso lo hizo
seguir tranquilo por su camino.
Era mejor ir volviendo
a su casa. Cruzó la vereda para tener una visión algo diferente por mas de
estar yendo por la
misma calle.
Algo lo hizo frenarse.
Una chica estaba en la ventana de arriba de una casa, mirando hacia él. Con su
cabeza apoyada en el cristal y una mano corriendo parte de las blancas
cortinas.
Pero siguió, siguió
hasta su casa hasta llegar a la habitación para acostarse y al día siguiente
decidiera mirar otra
vez por la ventana, esta vez incorporándose algo más de esperanza.
No debía ver de esa
manera al mundo. Pero las cosas comenzaban a ser una mezcla entre la realidad y
la imaginación junto con el pensamiento. Qué es qué? Mejor darle color a lo
muerto y desaturar el color a lo vivo pero manteniendo un rango grande de
diferentes tonalidades para que el gris no pierda todo.